viernes, 13 de septiembre de 2013

LA "BIBLIA", EL GRAN MITO DE NUESTRA CULTURA. EL ARQUETIPO BÍBLICO DE CAÍN Y ABEL

La Biblia es un impresionante mosaico de historias que ayudan a comprender y a comprendernos a nosotros mismos. Nos vemos, pues, reflejados como en un espejo. Por ello, hemos de reconocer que somos verdaderamente hijos de una tradición, la tradición bíblica.
Y hablamos de mito porque tenemos relatos con una marcada estructura que sugiere diversas interpretaciones desde un punto de vista religioso, ideológico y antropológico. Cada historia, que esta gran recopilación nos muestra, es un reflejo de la existencia humana, con un recorrido histórico determinado y bajo el marco de un pueblo concreto. La perspectiva caleidoscópica que nos da de la historia humana tiene claros ecos en nuestra propia cultura; cultura que ha bebido y se ha nutrido de las voces del pasado que todavía siguen sonando. Sin dejar de pensar en lo que significa religiosa e ideológicamente la Biblia para la configuración de las religiones, esta ha embestido fuertemente en el pensamiento literario y cultural de las épocas posteriores. Porque el mito puede admitir múltiples interpretaciones, y la gracia de la Biblia es el enriquecimiento que esto supone para seguir preguntándonos sobre nosotros mismos.
Del carácter no cerrado de la historia, tenemos la posibilidad de la adaptación, es decir, lo que llamamos “pequeñas brechas del mito”. La Biblia no nos da una explicación exacta de las cosas, nos deja las historias abiertas para que de ella la imaginación humana pueda volar entre las diferentes preguntas y respuestas que puedan surgir para albergar la posibilidad última de hallar el punto exacto para comprender nuestra propia existencia. El mito de Caín y Abel, con una gran repercusión posterior en la cultura, presenta en sí una estructura ingenuamente descrita, y esto demuestra que los mitos no son esquemas narrativos cerrados, sino ambiguos y con múltiples interpretaciones y lecturas. En una historia, hay una serie de causas y efectos con interrogantes para incentivar la atención. De ahí que sea importante que se cumpla la lógica de la narración propia de los mitos arcaicos para nutrir una historia que se irá engrosando con el paso del tiempo.
Los puntos de fuga que presentan los mitos admiten, por ello, todas las adaptaciones; la importancia estriba en cómo han repercutido esas mínimas historias en nuestras lecturas actuales. Las diferentes desviaciones hermenéuticas son los cambios posibles que se devienen. La recepción de una obra es diversa dependiendo de la época, y de ahí que hablemos de las diversas acumulaciones de las versiones del mito. Por ejemplo, el mito de Caín y Abel se puede interpretar desde el original bíblico, pero también, a lo largo de las diferentes lecturas que diacrónicamente se han sucedido, podemos comprobar cómo se ha ido ensanchando la historia y se ha ido adaptando a cada época y lugar. Abel Sánchez no se podría leer, por ejemplo, sin tener en cuenta no sólo el relato bíblico, sino también el Caín de Lord Byron, entre otros. En la propia novela, se menciona estos dos relatos:
“En esto estoy ahora. No acierto a dar con la expresión, con el alma de Abel. Porque quiero pintarle antes de morir, derribado en tierra y herido de muerte por su hermano. Aquí tengo el Génesis y el Caín de Lord Byron.”[1]
De ahí la importancia y repercusión de las historias bíblicas. No sólo han fomentado unas instrucciones ideológicas y religiosas que sostienen, en la mayoría de los casos –ya por aceptación o por negación- una cultura, sino también ha enriquecido todo un panorama literario y cultural gracias a la aportación de temas, arquetipos y motivos religiosos e ideológicos de los que la Biblia está llena.
Si nos miramos uno a uno por dentro, como hacía Unamuno en todos sus escritos, una sombra bíblica nos sostiene. Para este escritor, catedrático de griego en la Universidad de Salamanca, la Biblia supuso un fondo innegable de cuestiones para enriquecer sus obras, pero, ante todo, para enriquecerse a sí mismo, porque sus obras nunca se entenderán si antes no nos hemos adentrado en la profundidad del alma atormentada unamuniana. Rodrigo Serra Cano comenta en un artículo que “la Biblia fue el libro de cabecera de Unamuno, lo único que da continuidad a su vida y a su obra. Pero al decir Biblia hemos de entender preferentemente el Antiguo Testamento. (…) Casi todas sus obras está tramadas con personajes, pasajes y escenas bíblicas sacadas del Antiguo Testamento y que recrea dando lugar muchas veces la sensación de que intenta modernizar de modo personalísimo un género tan antiguo como el midrás.”[2]
Sin duda alguna, estamos ante una obra, Abel Sánchez, que es fruto del relato del primer asesinato entre los primeros hombres. Este es un gran motivo, y Unamuno lo vio así, para adentrarse en el fondo del hombre, hurgar en el dolor de la conciencia y la lucha agónica que lo sustenta.

LIDIA RECUENCO HITA


[1] UNAMUNO, Miguel de, Abel Sánchez, Madrid, Espasa-Calpe, 1980, p. 55.
[2] SERRA GUARRO, Rodrigo, “Eso Antrhopos. Claves para la comprensión de la fe en don Miguel de Unamuno”, Cuadernos de la Cátedra Miguel de Unamuno, Tomo 30, 1995, p. 129.

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